BITÁCORA
Un hilo verde por el que avanzamos entre médanos y picotazos de sol que, empalagoso, se nos adhiere al cuerpo. Todo es arena y cielo, suave descenso de nuestra piel metálica por el sinuoso vivo amarillo oscuro. Tras una elevación de casi tres metros se nos echa a los ojos el escondido mar. Nos acercamos entre pequeños saltos e imperceptibles patinadas, dentro del caballo plateado que se acerca a beber y nos sostiene el viento.
EVA ISABEL RUIZ BARRIOS