De diálogos con la luna

¡Oh luna, luna encendida!

magnánimamente bella hasta la maravilla.

Resplandeciente reinas en un azul infinito

que muere cadenciosa tras la aurora.

Avanzan las primeras luces con promesas intactas

y el horizonte espera como un hambriento enamorado para devorarte.

Presurosa te mueves en mis ojos fijos, que quisieran guardarte

en el lugar exacto donde mi amor guarda su fragilidad.

Pero tú, sempiterna, cimbreas tu desnudez de plata hacia el ocaso.

Como un acto de magia prendida a mi retina te has quedado conmigo.

¿Qué hago? Qué hago ahora con una inmensa luna tapando mis sentidos?

Y esperar a mañana, en sacrílego acto devolverlo a su seno.

Todo lo tapas tú. Todo lo tapas. Son veinticuatro horas de zozobra,

de vagar intentando no descubran mis ansias saciadas, mi ser inmortal.

Astro celoso y magno te llevaré donde mis sueños duermen,

al recóndito lugar de la inconsciencia, donde mi alma se desprende del miedo.

Al lugar mágico donde la vida reparte su genio.

Donde nace el poema.

Donde el amor bifurca su sendero de espinas.

Allí, donde el mensaje captado en nuestros genes se hace indescifrable para el resto del mundo.

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